Errores de los padres primerizos
¡No somos infalibles! Aprende cuáles son los errores más comunes para que los evites.
- La sobreprotección disfrazada de autoestima
Al querer hacerlos creer que son lo máximo, no hay nadie mejor que ellos y que son casi casi hechos de oro, los estamos sobreprotegiendo. Cuando salgan a vida real se darán cuenta que no es así. Una cosa es darles una buena autoestima y otra no prepararlos para la cotidianidad: cree en él pero no lo hagas arrogante. O peor, cuando se dé cuenta que hay alguien mejor que él en alguna área, le causará mucha ansiedad y quizá sea intolerante a la frustración. Puede volverse el peor juez de sí mismo.
- No verlos como individuos
Poco a poco hay que descubrir la real personalidad del pequeño y respetarla. Aunque no cumpla nuestros sueños y expectativas. El forzarlos a ser de tal o cual manera los llenará de estrés y también puede hacerlos tener problemas académicos.
- Tener miedo del mundo
Pensar que todo es una amenaza para nuestro hijo, afecta el desarrollo social (e intelectual) del niño. Dejarlos convivir y experimentar por sí mismos les dará fortalezas, autoestima y, sí, felicidad.
- Hacer comparaciones
Esto es muy dañino, en especial entre hermanos pero también con otros familiares y compañeritos de la escuela. Una cosa es observar que el desarrollo de nuestro hijo sea similar al de otros pequeños de su edad (por salud) y otra hacerlos sentir menos. Aunque nos desesperemos.
- Querer cumplir sueños frustrados a través de los hijos
Otro error muy común. Si bien los padres queremos que los hijos tengan todo lo que no tuvimos, el querer convertirlos en quien no son es muy peligroso e injusto.
- Jugar a la víctima
Si nuestro hijo comete errores, hay que ver si como padres estamos fallando en algo, pero también debemos de observar y respetar la responsabilidad del niño. Es decir: una cosa e que seamos responsables de ciertas cosas y otras, no dejarlos cometer sus errores o salvarlos de que aprendan con la experiencia (aunque sean tristes, ¡a todos nos pasó!). Con esto, se dejan los papeles de víctimas. No hay padres víctimas ni hijos victimarios en una relación sana.
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