¿Qué es una meningitis?
Por Dr. David Estévez
Las manifestaciones clínicas están relacionadas con la severidad de la inflamación y éstas son: náusea, vómito, irritabilidad, somnolencia, dolor de cabeza, rechazo a la vía oral, dolor de cuello y espalda, puede haber datos de parálisis parcial o total; es muy frecuente que se acompañe de infección del oído.
La tercera parte de los niños con meningitis presentan crisis convulsivas en las primeras 48 horas. Las secuelas se presentan aproximadamente en 30% de los casos, destacando retraso psicomotor, parálisis, crisis convulsivas, alteraciones en el oído y ceguera.
Prevenir… prevenir… siempre prevenir
Afortunadamente este tipo de enfermedades ha disminuido en forma considerable gracias a la prevención con la vacuna para el Haemophilus I y el neumococo. Igualmente, ha disminuido la mortalidad en forma considerable con un mejor manejo de terapia intensiva y el uso de antibióticos.
Antes de la introducción de vacunas efectivas, el Haemophilus el tipo b era la causa principal de las meningitis bacterianas en los niños menores de cinco años. Más de 95% de los niños desarrollan protección con la vacuna.
En el caso de neumococo, éste es habitante común de las vías respiratorias hasta en 70% de los adultos normales. El microorganismo es responsable de 50% de las neumonías y se considera una complicación bacteriana común de la influenza. Los neumococos causan 20% de las meningitis bacterianas. La vacuna contra el neumococo alcanza una protección de hasta 97%, por lo que todos los niños deben vacunarse de rutina a partir de los dos meses de edad.
¿Qué pasa con lo emocional?
Se puede hacer mucho para que la enfermedad del niño sea un suceso menos traumático y destructivo de lo que con frecuencia es. Mucho de lo que le pasa al niño enfermo y que contribuye a que haya trastornos emocionales actuales y futuros es previsible si se le dedica un poco de atención y se le considera como un ser humano que piensa, siente y actúa, tenga la edad que tenga.
Cuando un niño se enferma le acontecen muchas cosas extrañas y nuevas, que comprende de manera muy pobre. No se siente bien, poco sabe la razón por la cual se ha enfermado; se halla irritable y tal vez quiere que se le deje solo. A menudo, su propia ansiedad es intensificada por la de sus padres que se sienten culpables y ansiosos por lo que influyeron en la enfermedad o porque no la pudieron evitar.
La comprensión de lo que la enfermedad significa para el niño es útil para la prevención de trastornos emocionales perdurables. Muchos niños interpretan la enfermedad como un castigo. Quizá se portaron mal en algún momento y piensan que lo que les está sucediendo es como consecuencia de su manera de actuar, pero hay que dejarles claro que están equivocados.
Una reacción psicológica frecuente es la regresión hacia un estado de adaptación inmaduro social y emocional. Mientras que algunos reaccionan a la enfermedad de manera constructiva, otros responden con formas persistentes de dependencia, rebelión y reacciones de invalidez crónica. Lo importante es que en todo momento el enfermo sienta el apoyo y la compañía de sus padres.
La curación es asunto de tiempo, pero a veces también es cuestión de oportunidad.