Los 4 enemigos mortales del matrimonio
1.El aburrimiento. La monotonía, la rutina que nunca cambia ni se altera, son factores que no sólo afectan negativamente la relación conyugal, sino que destruyen el amor, que es siempre la base sólida de un matrimonio feliz. La única forma de combatirlo es salpicando la vida diaria, en una forma consciente y cuidadosa, de cosas interesantes que la pareja puede hacer en común. Hay miles de oportunidades para hacer de la vida conyugal una fascinante aventura.
Lo primero que debe hacer una pareja para poner el “toque mágico” en su relación es buscar los intereses en común, no las diferencias, que hay entre ellos. Los deportes como espectáculos o practicándolos, la afición a ciertas expresiones del arte (el teatro, el cine, el baile, la pintura, hasta la televisión) brinda oportunidades para disfrutar juntos de ellas.
Todo tipo de actividad constructiva, incluyendo el trabajo, es un campo a explorar, para buscar aspectos en cada una de ellas, que proporcione placer y satisfacción a ambos. Sólo se necesita un poco de imaginación y de buena voluntad, para encontrar muchas cosas de ese tipo, que pongan variedad en la rutina de la vida diaria.
2. La falta de comunicación. Un buen matrimonio es (o debía ser), un diálogo ininterrumpido entre dos personas que se aman, se comprenden y están comprometidas en la tarea de forjar una agradable existencia compartida. Cuando ese diálogo se interrumpe, la armonía conyugal empieza a tambalearse.
La buena comunicación exige una actitud positiva de ambos cónyuges, el deseo sincero de mantener un contacto estrecho con la pareja y tratar de saber todo lo posible de ella, para hacerla feliz.
Y ése es otro de los grandes secretos de un buen matrimonio: que ambos cónyuges estén más interesados en hacer feliz a su pareja, que en que ésta los haga felices a ellos. Y la buena comunicación, tranquila, clara y objetiva, es el mejor camino para lograr esto.
Por otra parte, para tener buena comunicación con tu pareja, sigue dos reglas de oro: Aprende a escuchar con atención, sin interrumpir a tu pareja cuando está hablando y habla siempre en voz baja, tranquila y clara.
3. La falta de respeto. Éste es otro de los factores determinantes tanto en la felicidad conyugal como en el amor de pareja. Cuando se pierde el respeto, la relación empieza a derrumbarse sin remedio y a menos que la situación sea corregida rápidamente, está condenada irremediablemente al fracaso. ¿En qué consiste el respeto y cómo podemos salvaguardarlo?
Es básicamente el sentimiento de admiración, aprecio y valoración de la otra persona. Es, fundamentalmente, una buena actitud hacia ella.
El respeto se pierde cuando nos concentramos en sus defectos y olvidamos sus virtudes, cuando menospreciamos, humillamos, maltratamos física o emocionalmente a nuestra pareja.
Si sientes que el respeto se está deteriorando en tu relación de pareja, mete el freno con rapidez. Esto puede hacerse fácilmente siguiendo cuatro pasos:
- Recuerda todos los días, al despertarte, las muchas cosas buenas que tiene tu pareja y que hicieron que te enamoraras de ella.
- Háblale y trátala con la amabilidad y la cortesía con que lo harías si una persona importantísima estuviera de visita contigo
- Nunca uses burlas, insultos o malas palabras, para dirigirte a tu pareja.
- Aprende a controlar tu enojo y tu malhumor, para no volcarlo sobre tu pareja, haya o no razón para ello, Si algo de su conducta te ha disgustado, aborda el problema en forma directa, con una actitud bondadosa y conciliadora.
4. La falta de pasión. El primer síntoma de que algo no marcha bien en una pareja suele ser una disminución del deseo sexual. Hay un viejo dicho entre los norteamericanos que las parejas no deben olvidar nunca: “Los matrimonios se hacen y deshacen en la cama”. Y es que la adecuada y apasionada unión física es uno de los elementos básicos de un buen matrimonio. Generalmente, la pérdida de interés sexual se presenta primero en uno de los cónyuges. Y es en ese momento cuando ambos deben responder a la señal de alerta, implantando en su relación todos los elementos necesarios para reavivar la pasión que se está apagando.
Un recurso muy efectivo es recurrir a la nostalgia. Ambos deben revivir el recuerdo de sus mejores momentos pasionales y reconstruir todos los elementos necesarios para volver a vivirlo. Tal vez fue una noche que empezó con una cena romántica a la luz de las velas, en casa o en su restaurante favorito. Tal vez fue en una ocasión en que ensayaron nuevas técnicas amorosas o en que estuvieron bailando en la sala de su casa, antes de irse a la cama. Hay muchos gratos recuerdos que pueden revivir la pasión en forma casi mágica. Todo es cuestión de que ambos pongan un poco de su parte, para que el fuego vuelva a encenderse y puedan amarse con la misma intensidad del primer día.
Con frecuencia, el enfriamiento puede tener orígenes muy ajenos a la sexualidad. Conflictos, discusiones, desavenencias de todo tipo pueden influir negativamente en la pasión. Y eso es algo que se debe evitar a toda costa. No es fácil, pero se debe aprender, a toda costa y a cualquier precio, que el enojo por diferentes causas no debe afectar la sexualidad. Al cerrar la puerta del dormitorio, las fricciones y los resentimientos se deben quedar afuera.
Si lo que necesitan es cierto grado de tranquilidad emocional, para poder concentrarse en el placer físico, antes de irse a la cama hagan el compromiso sincero de dedicar el tiempo necesario para resolver con tranquilidad sus diferencias. Si hacen una cita formal (“el viernes por la noche podemos platicar ampliamente después de la cena”, por ejemplo) establece un compromiso que tranquiliza los ánimos y permite a la pareja concentrarse en la ternura, en las caricias, los besos, los abrazos y en el amor en sí.
Si prepararon el ambiente romántico adecuado, con esos elementos evocadores del pasado, en los que tal vez no existían los conflictos que perturban ahora a la pareja, encender la llama de la pasión no será tarea difícil para ninguno de los dos. Recuerden que el amor y la felicidad conyugal es tarea de dos. Cuando ambos contribuyen, los beneficios son tan grandes para uno como para otro. La felicidad conyugal es una tarea que vale la pena.