¿CÓMO SE MANEJAN LAS EMOCIONES EN TU FAMILIA?
Aprender a vivir no es una operación fría, ni cerebral. En la casa y en la escuela los hijos experimentan emociones y el manejo de ellas les hace ver la vida en diferentes colores.
Las emociones existen, no se pueden cambiar fácilmente y no sirve de nada calificarlas de malas o buenas, oportunas o inoportunas.
Un niño puede estar molesto con sus papás, hermanos y amigos, porque lo que siente en relación con la escuela lo tiene enojado o preocupado. Hay alumnos que por asuntos ajenos a la clase, no pueden poner atención y viven indiferentes al trabajo académico. En ambos casos, las emociones desempeñan un papel definitivo en la forma en la que los niños están en el mundo y pasan por la vida.
El que un hijo coopere o no con la familia, y el que acepte o no la autoridad de sus padres y maestros, en ocasiones son actos emocionales. No son simplemente decisiones racionales, sino que van motivadas por la imagen y el concepto que el hijo-alumno tiene de sí mismo.
HAY QUE VENTILAR LAS EMOCIONES
Es preciso dar oportunidades a los hijos para que puedan aclarar los incidentes o situaciones que influyen en la actitud emocional hacia sus padres, el estudio y la escuela. Las emociones se pueden aprender a manejar a través de un proceso racional que ayude a analizarlas.
Por lo general, los niños no están acostumbrados a incluir el sentimiento en la actividad normal que realizan en la escuela o en la casa. Pero en el fondo, a todos les gustaría descargar su tensión emocional. Quizá no lo hacen por cuidar los buenos modales o porque simplemente no se les ha enseñado cómo. También ocultan sus emociones como reto y secreto inquebrantable contra los demás.
El sentirse mal por dentro y darlo a entender sólo a medias, genera agresividad indefinida y puede durar mucho tiempo. Por tanto, es necesario analizarse para sanear la situación personal.
FAVORECE LA COMUNICACIÓN DEL SENTIMIENTO
Si el hijo no desea compartir sus emociones y sentimientos, o si él mismo no los conoce, los padres pueden hacer preguntas objetivas sobre lo que él ya conoce, para que observe detenidamente la situación: ¿por qué lo crees así? ¿cómo lo ves tú? ¿qué te parece?…Esto ayuda a que el niño no se sienta invadido y conteste sólo con respuestas cognitivas: ¿qué pasó, dónde, cuándo, a quién? De esta manera, revela datos objetivos que no implican sentimientos propios en las respuestas, pero irán abriendo el puente de comunicación. Más tarde ya irá exponiendo cómo se siente mientras responde.
Otra manera de favorecer la comunicación del sentimiento y compartir emociones es promoviendo actividades familiares. Al desarrollar actividades en familia las emociones se muestran con más facilidad que cuando se sientan a cuestionar al niño frente a frente.
Durante estos procedimientos, los padres, al observar a su hijo, podrán deducir sus sentimientos y emociones. Después, de manera tentativa, porque nadie puede conocer con precisión los sentimientos de otros, pueden platicarlo juntos. Así, éste verá reflejado su sentimiento y podrá empezar a resolver, sólo con orientación, la situación que lo provoca.
LA FAMILIA Y LAS EMOCIONES
El hemisferio derecho del cerebro procesa preferentemente el cómo ha sido comunicado algo que produce una emoción: gestos, rostro, tono de voz. En cambio, el hemisferio izquierdo se fija más en el qué ha sido comunicado. Algunos expertos afirman que este proceso diferenciado de cada hemisferio se da más en el hombre, mientras que en la mujer afecta simultáneamente a ambos hemisferios.
Lo anterior es básico para pensar sobre el alcance que tiene el tipo de comunicación en la familia, y para darle importancia no sólo al contenido de la comunicación, sino también a la forma personal y al contexto en el que se lleva a cabo. Los padres no pueden conformarse con el hecho de afirmar que los problemas emocionales que el hijo adquiere fuera de casa, influyen después en su comportamiento dentro de ella. La emoción desempeña un papel importante en la casa, pero no sólo por situaciones que vienen de fuera, sino por lo que se genera dentro, con los padres y hermanos.
Así que los padres deben analizar más detenidamente su situación emocional en el hogar: la visión de sí mismos, sus estados anímicos más frecuentes y la forma de relacionarse con sus hijos. Este es el factor decisivo en las relaciones familiares, ya que lo que viene del exterior se puede superar muchas veces cuando el ambiente familiar en la casa hace que el niño se sienta mejor.