Compatibilidad
Por Psicóloga Montserrat Ferragut
Viviendo en una sociedad que satisface prioritariamente necesidades materiales, no nos habíamos percatado de los arrebatos y las locuras que cometemos para obtener aceptación y sentido a través del contacto humano.
El amor sigue siendo algo que todos anhelamos, al menos del lado del receptor. Pero al mismo tiempo, es algo en donde nos topamos muchos problemas para encontrarlo, reconocerlo o mantenerlo. Y en ocasiones tenemos dificultad para dejarlo ir.
Como padres, el rol que juega el amor en nuestras vidas se vuelve aún más complejo. No está en juego tan sólo nuestra propia relación con el amor en nuestras vidas. El cómo decidamos expresar hacia nosotros mismos, así como hacia los demás nuestro amor, va a influenciar significativamente el cómo nuestros hijos van a relacionarse con el amor.
Algunos dicen que en el momento de convertirnos en padres dejamos de ser pareja y tan sólo nos relacionamos con nuestra pareja a través del rol de padres. Lo que no se ha tomado en cuenta en esta percepción es que, para ejercer una paternidad integral, debemos de ser pareja ante todo y como pareja debemos poder compartir el rol de padres.
Cómo mantener esa relación de pareja, cómo mantener la “compatibilidad”…
Las similaridades o características de personalidad que inicialmente atraen a las parejas pueden no durar con el tiempo. Las personas muchas veces buscan que haya una compatibilidad de entrada y después esperan más.
El hecho de darle prioridad a la compatibilidad puede ser en sí un problema. Ted Huston, profesor de Psicología en la Universidad de Texas, comenta que sus investigaciones muestran que no hay ninguna diferencia, objetivamente, en la compatibilidad en parejas que reportan ser felices y las que no. Lo único es que las parejas infelices creen que la compatibilidad es importante para tener un buen matrimonio, pero no creen tenerla. Cuando las personas dicen “somos incompatibles”, generalmente quieren decir, “no nos llevamos muy bien”. Las personas sobre enfatizan el efecto de la personalidad o los valores. Así mismo, menosprecian el alcance que tienen los temperamentos sencillos y simpáticos para auxiliar un matrimonio.
En realidad las medidas de personalidad no predicen nada, pero la forma en que interactúan las personas sí. Es lógico que queramos a alguien para compartir nuestra alegría, que sea nuestro mejor amigo así como nuestro amante, alguien que no tan sólo nos escuche nuestros dilemas y celebre nuestros triunfos, pero también alguien que se suba al coche inesperadamente para escaparnos de fin de semana. Queremos ser una de las mitades de la pareja cuyas características personales se combinen de tal forma que logremos mantenernos atraídos uno al otro en un mundo estimulante y excitante.
Cuando hablamos de compatibilidad, surgen en nuestra mente escenarios parecidos al descrito anteriormente. La compatibilidad no depende de un inventario de características personales. La compatibilidad no es algo que tengas, es algo que creas. Es un proceso en el que negocias en el camino una y otra vez. La compatibilidad tiene que ver con una disposición, una actitud y el deseo para trabajarla.
Ya que estamos redefiniendo compatibilidad, vale la pena eliminar al primo ardiente “La Química”, término utilizado con demasiada frecuencia para denominar al ingrediente mágico para una buena relación. “La Química” es un concepto muy atractivo, pero las personas lo utilizan constantemente para desentenderse de la necesidad de examinar conscientemente su relación.
El amor funciona a muchos niveles. Consiste de un complejo juego entre biología y comportamiento. Pero como mejor funciona es cuando le agregamos cierto espíritu, cuando conscientemente le damos forma a nuestra relación a través de una buena voluntad y actitud.
Cuando logremos desprendernos de nuestras expectativas del Ser perfecto y comencemos a relacionarnos con el Ser real que está enfrente de nosotros, podremos empezar a crear una relación honesta y con una base firme.
Fuente: Hara Estroff Marano. “The truth about compatability”. Psychology Today, Sep/Oct 2004.