Control de esfínteres
La regulación de la excreción de la orina en el niño puede adquirir implicaciones emocionales al grado de que la familia gire alrededor de la “normalización”, la cual se intenta llevar a cabo mediante el control de esfínteres. Hay todo tipo de medidas que van desde sentar todo el día al niño en la bacinica, mediante halagos, premios o castigos; masaje abdominal e incluso supositorios y laxantes.
En los hábitos de eliminación, con frecuencia la mamá toma en sus manos la responsabilidad, dándole un valor cultural, de precocidad e inteligencia, demostrando que su hijo se adelanta a los demás de su misma edad. Otras veces es un nuevo embarazo y el temor de tener dos niños usando pañal. En ocasiones, son las recomendaciones de algunas amigas o las costumbres tradicionales o reglas estrictas hacia el niño.
El que se enoja pierde
En cualquier caso, los primeros intentos se llevan a cabo sin poner demasiado interés, pero ante el “fracaso” o al enfrentarse con una franca rebeldía por parte del hijo, la situación adquiere el aspecto de una lucha entre madre e hijo, donde la madre debe ganar a toda costa. Entonces, los procedimientos se tornan cada vez más drásticos, se le reprende si no avisa, la mamá se impacienta y reacciona con desagrado y ansiedad. Esto ocasiona que el niño aprenda a retener la orina hasta que se levanta de la bacinica y se orina en los pantalones.
Mientras más insistente es la mamá, mayor es la actitud negativa por parte del niño. Resulta entonces que a mayor conmoción mayor disfrute del niño, ya que reconoce la excesiva atención que se le prodiga y capitaliza este interés anunciando continuamente que desea ir al baño. Observa con regocijo como la mamá abandona cualquier labor, se precipita hacia él y corre a colocarlo en el escusado. Esta advertencia se repite cada cinco minutos, a veces orina y otras no, lo que causa mayor desesperación y fatiga por parte de la mamá.
La frecuencia con la que el niño orina es variable, la primera muestra de que se ha establecido un control es que se reconoce que se ha mojado y lo manifiesta a su mamá. Alrededor de los 18 o 24 meses de edad, comienza a avisar pero no le da tiempo de llegar al baño; como a los dos años de edad, logra el control. Hasta los tres años, es muy común que se siga orinado por las noches.
El cuidado del niño es un proceso de, por lo menos dos personas, una de las cuales es un adulto limitado por su propia educación y cultura y el otro un niño cuya supervivencia y bienestar están en manos de ese adulto durante un largo periodo de dependencia.