Acepta su personalidad
Desde el momento en que una pareja se entera de que espera un bebé, comienza a preguntarse cómo será, y qué personalidad tendrá. Es natural que los padres visualicen un niño con las mejores cualidades de cada uno de ellos. Pero el bebé manifiesta su propia personalidad desde muy temprano, y los padres se encuentran con una realidad muy distinta a la imaginada.
¿Carácter o temperamento?
En los años cincuenta, los primeros investigadores del temperamento infantil describieron una serie de características que constituyen la base de la personalidad infantil:
– la facilidad del bebé para auto-reconfortarse,
– su sensibilidad al tacto y al movimiento,
– la intensidad con que responde a la interacción, y
– la facilidad o dificultad para adaptarse a situaciones desconocidas.
La personalidad puede estar dada en parte por el temperamento y en parte por la conformación genética. Los padres tienen una idea de la personalidad de su hijo desde los primeros meses de vida. Sin embargo, el temperamento del pequeño no es inalterable. La forma en que lees y respondes a las señales de tu bebé depende de ti. Pero lo más importante parece ser la percepción de los padres en cuanto a la conducta del bebé y a su papel en la crianza. Así, aunque el bebé no se conforme a las expectativas, el papel de los padres es aprender a manejar las características de su hijo de la forma más positiva, y seguirá siendo así durante los años posteriores.
Padres e hijos: adaptación de personalidades
Cuando la personalidad de padres e hijos “choca”, el resultado puede ser sentimientos de culpa y frustración. En los primeros años este choque se manifiesta cuando la madre sociable se siente defraudada con el pequeño que se refugia en sus brazos durante las reuniones y fiestas infantiles, o cuando la pareja espontánea (“¡vámonos de viaje mañana!”) se ve obligada a refrenar su estilo de vida si tienen un bebé que se toma su tiempo para adaptarse a situaciones nuevas. Más adelante, las diferencias se tornan aún más aparentes, pues se manifiestan en características más reconocibles para nosotros, como la timidez, tenacidad o la agresividad. Si las expectativas no compaginan con la realidad (soñaste con un niño que disfrutaría contigo conciertos y obras de teatro infantiles, mientras para él permanecer quieto más de 15 minutos es un reto), los padres pueden experimentar sentimientos de decepción en sus hijos y en su propia habilidad como padres. Estas emociones pueden resultar poderosas y difíciles de manejar. Eventualmente, la culpa comienza a afectar todos los aspectos de la vida familiar. Pero puede hacerse mucho para mejorar la situación y disfrutar a plenitud la vida familiar.
Aceptación, la clave del éxito
Primero, es fundamental comprender que el motivo de la conducta de tu hijo no es enloquecer ni hacer enojar a sus padres. Si exploras las raíces de su conducta será más fácil comprender cómo se siente. Tu aceptación es muy importante, porque la forma en que contemplas a tu hijo se convertirá en la forma en que él se contemplará a sí mismo. Al aceptar y confiar en sus propios sentimientos, desarrollará una visión positiva de su persona. Por otro lado, es útil recordar que las mismas cualidades difíciles de manejar en tu hijo pueden funcionar de manera positiva para él en otras áreas de su vida. He aquí algunas de las características con las que resulta más difícil lidiar para los padres y cómo puedes manejarlas:
Timidez. Presionar al niño francamente tímido para unirse a otros en el juego, y sentirse enojado cuando prefiere quedarse contigo, no solo es inútil; puede ocasionarle mayor ansiedad. Recuerda que a medida que madura, el niño tímido manifiesta su capacidad para sopesar sus acciones antes de emprenderlas. Seguramente se convertirá en una persona observadora y sensata. Los niños tímidos generalmente son empáticos, es decir, tienen una fuerte habilidad para comprender los sentimientos de los demás. Para ayudar a que el niño se sienta más cómodo en situaciones sociales, trata de introducirlo a nuevos ambientes paulatinamente. Llévalo a conocer la escuela nueva antes de comenzar las clases, o llegar a los eventos infantiles temprano, evitando entrar cuando el ruido y algarabía se encuentren en su máximo esplendor. Pídele que te oriente acerca de la forma en que puede sentirse más cómodo.
Obstinación. El niño demandante generalmente fue también un bebé sumamente exigente, lo hace pensar que probablemente se trate de una característica innata de su temperamento. Los padres sienten que a este niño sólo sus demandas importan, y pueden llegar a contemplarlo como egoísta e incluso tiránico. Pero es necesario recordar que la perseverancia es una característica positiva en la vida, que le garantizará al niño el éxito en aquello que se proponga. La clave para los padres del niño exigente es escoger las batallas. Establece un límite firme en cuestiones que valgan la pena (no pegar a otros niños, por ejemplo) y permítele cierta libertad en las otras (ponerse vestido o pantalón para ir la escuela). Ofrecer opciones limitadas es una buena estrategia para los niños desafiantes: déjale escoger entre dos cambios de ropa para ponerse, o entre dos juguetes cada vez.
Alto nivel de energía. Estos niños agotan las baterías de sus padres mucho antes de que las suyas propias se extingan. Los padres pueden sentir que sus extremadamente activos hijos les desobedecen a propósito. Antes de concluir que no puedes con tu hijo, acepta que se trata de un niño que requiere estar en movimiento y se sobre-estimula con facilidad. A este tipo de niños les encanta la actividad física, y si están estimulados adecuadamente, son entusiastas y participativos. Tu papel será canalizar su energía. Es buena idea inscribirlos en algún programa deportivo extra-curricular. Dentro de casa, puedes controlar el ambiente ofreciéndole menos juguetes y menos opciones, y ordenando su espacio. Intenta definir los factores que parecen sobre-estimularlo, como la falta de sueño, el hambre, jugar con determinados juguetes o amigos. Estrategias como darles alimentos nutritivos (y bajos en azúcar) frecuentemente, mantener un horario estricto de sueño y siestas, y limitar el uso de ciertos juguetes pueden ser muy efectivas para serenarlo.
Amarlos por lo que son
Recuerda que en la medida que puedas aceptar a tu hijo como un ser único podrás canalizar de mejor manera sus conductas difíciles. Fomentando y aceptando sus puntos fuertes podrás deleitarte con su personalidad especial. La clave es dejar de pelear con la personalidad de tu hijo para poder trabajar hacia una mutua aceptación y entendimiento. Al aceptar sus características básicas no solo le ayudarás a aprender a manejarlas, sino que podrás lograr mayor satisfacción en tu papel de padre.
Pensamientos negativos… y cómo evitarlos
– “Los hijos de Ramón nunca se pelean”. Evita las comparaciones con otros niños. Si pasaras suficiente tiempo con otra familia, te darías cuenta que todos los niños son por momentos irracionales, obstinados o difíciles.
– “ Siempre me avergüenza en público”. Recuerda que tu hijo no es el foco de atención de todo el mundo. La situación seguramente es más difícil para ti de manejar que para los demás de tolerar. Tu hijo no se comporta mal en público con el objeto de hacerte pasar un mal rato, sino por otras razones.
– “Mi hijo heredó mis peores cualidades (o las de mi pareja)”. Tu entendimiento acerca de esas cualidades te ayudará a aprender a manejarlas mejor.
– “Si sigue así, cuando sea un adolescente tendremos problemas”. Evita las predicciones negativas a largo plazo, y concéntrate en establecer límites positivos ahora. Existen muchos factores que influyen en el desarrollo infantil.
– “Debo hacerlo cambiar”. Presionar al niño para ir en contra de su temperamento resultará en rebeldía o en represión, a costa de tu relación con él.
– “Mi hijo y yo somos muy diferentes”. Escúchalo con atención y aprende de sus reacciones, proponte conocer a fondo y apreciar a tu hijo. A fin de cuentas, aspiramos a que el niño sea un individuo, y no una copia calca de nosotros.