¿Un soplo cardiaco es grave?
Por: Dr. Jaime Cortina W.
El temor obedece a que en general se desconoce qué es un soplo cardiaco o se cree erróneamente, que un soplo representa una grave falla del corazón. Frecuentemente se equipara de inmediato el problema del niño a la enfermedad del corazón que condujo a la muerte o a la incapacidad del abuelito, parientes, vecinos o personas conocidas de edad avanzada.
Todo esto hace necesario proporcionar información de lo que es un soplo, cómo se reconoce y qué trascendencia tiene en la salud del niño.
Un soplo cardiaco no es más que un tenue ruido que produce la sangre a su paso por el corazón y que reconoce el médico al auscultar un paciente con el estetoscopio.
El soplo se detecta en circunstancias diversas. Así en una primera exploración del recién nacido, el médico puede percibir un soplo que desaparece en horas o días, y que no refleja más que el ajuste que la circulación que el bebé hace al cambiar de las condiciones presentes en el seno de la madre a las existentes en el exterior. Sin embargo a esta edad no es raro que el soplo sea producido por una pequeña anomalía que se puede curar espontáneamente en las siguientes semanas o meses.
En niños mayores los soplos pueden oírse por primera vez en una visita rutinaria al pediatra o durante un padecimiento febril, o en una exploración medica de rutina para el ingreso a un club deportivo o la escuela.
Si el paciente pediátrico no tiene otra manifestación, un soplo casi siempre es un fenómeno normal y se debe a la expansión del volumen circulante de la sangre en periodos de crecimiento rápido; en otras palabras pasa más sangre por minuto por el corazón dando lugar a un poco de turbulencia, la que a su vez origina el soplo. Si además el paciente tiene fiebre, la circulación es aún más acelerada y el soplo puede hacerse más intenso y oírse con mayor facilidad; los soplos auscultados en estas circunstancias reciben el nombre de soplos inocentes, funcionales o transitorios.
Por otra parte hay soplos que auténticamente reflejan una enfermedad del corazón, ya que se originan en el sitio de una anomalía cardiaca. A estos soplos se les llama orgánicos y son permanentes.
Cuando un niño tiene este tipo de soplo, generalmente (aunque no siempre) manifiesta otros problemas: suda mucho, no crece adecuadamente, respira rápido, se cansa fácilmente, se pone morado al llorar o al hacer algún esfuerzo. Para decidir si el soplo es funcional u orgánico, el pediatra depende de la evaluación integral del estado del niño y de su capacidad para distinguir en la auscultación los distintos soplos.
Generalmente se apoya en una radiografía del tórax para evaluar el tamaño del corazón, y en caso de duda se recurre al especialista cardiólogo pediatra a quien le puede bastar añadir a su valoración un electrocardiograma o bien recurrir a un estudio más especializado llamado Ecocardiograma, que proporciona una completa y precisa información de la estructura y función del corazón.
Como puede verse, hay justificación para que los padres del niño con algún soplo se enfrenten a ese diagnóstico con serenidad y optimismo, ya que lo más probable es que se trate de un soplo pasajero, funcional; hallazgo normal en cuyo caso su preocupación debe desaparecer al instante, ya que el niño continuara llevando su vida normal, sin supervisión cardiológica y sin restricción alguna de su actividad física.
Si por el contrario se trata de un soplo orgánico, deben confiar en que existen los recursos y la experiencia para resolver con éxito los problemas reales del corazón en sus hijos.
Las estadísticas nos dicen que de cada 1000 bebés nacidos, entre 6 y 8 tendrán algún defecto en el corazón, cuyas consecuencias varían de acuerdo con su gravedad. Muchos defectos son menores y no dan problemas y en muchas ocasiones se curan solos con el tiempo, otros no muy graves se corrigen con cirugía, y algunos casos extremos se pueden curar con cirugía con una mortalidad muy elevada.
No se sabe por qué en algunos niños con malformaciones cardiacas el corazón crece anormalmente dentro de la vida en el útero. Sin embargo el riesgo de padecer un trastorno cardiaco congénito aumenta si el bebé tiene síndrome de Down, o si la madre padece Diabetes sin control, contrae rubéola en el embarazo, o toma ciertos medicamentos durante los tres primeros meses de gestación.