El ring hogareño
La escena es común en algunos hogares: él o ella no realizaron alguna tarea, hay un reclamo, y de inmediato, se desata una discusión. Al calor de las palabras, olvidan que el bebé está presente, quizá su llanto interrumpe el pleito. Una duda cruza por la mente: ¿le afectará ser testigo de estas discusiones? Por: Rosa Luisa Guerra Vargas
Hasta hace poco, existía el mito de que a los bebés, e incluso, a los niños preescolares no les afectaban las discusiones de sus padres, debido a que no comprenden el contenido del intercambio verbal. No obstante, la opinión de los expertos apunta en sentido contrario.
La doctora Rosa Elena Ulloa, psiquiatra infantil del Centro de Estudios Médicos y Familiares Carracci, comenta: “La discusión crea un ambiente de hostilidad y de violencia. El niño quizá todavía no capte el significado de las palabras, pero sí el tono emocional”.
Esto es fácil de constatar, ya que al estar en contacto con un bebé nos percatamos de que interpretan las emociones de los demás y reaccionan en consecuencia. Si alguien les sonríe o les hace algo divertido, ellos ríen; por el contrario, si se les muestra un rostro hosco, suelen apartarse.
En esta esquina
Si un niño ve interrumpida su siesta o sus juegos con las voces alteradas de sus papás, reaccionará con miedo y ansiedad, según indica la doctora Ulloa. “El pequeño no logrará entender qué sucede, pero sí percibirá que algo anda mal entre sus padres”.
Si las discusiones frente al niño son comunes, él aprende a comunicarse de la misma manera, y es posible que grite cada vez que sus padres traten de corregirlo. No se trata de una causa-efecto directa e inmediata, pero es un mensaje sobre el estilo de relación.
Efectos en los niños
Un niño expuesto a estos intercambios violentos, pueda mostrarse: “distante, indiferente y no expresar sus necesidades. Puede volverse retraído, hacer como que no necesita a sus padres”, indica la especialista. Esta reacción se explica como un mecanismo de defensa al sentir que es “peligroso” relacionarse con los que son sus proveedores, protectores y a los que percibe como posibles agresores.
Cuando se traspasa este límite:
Es el terreno de la violencia intrafamiliar y el daño en los niños es profundo. Sus manifestaciones son: bajo rendimiento escolar, menor competencia social, trastornos en la conducta así como mayores índices de ansiedad y agresividad.
Efectos en la pareja
Las discusiones constantes y agresivas entre la pareja, provoca que entre ellos:
- se pierda el respeto
- desgasta la confianza
- se minimiza la comprensión
- se disminuyen las manifestaciones de amor y por tanto,
- se entreabre la puerta para que la violencia se adueñe de esa relación.
¿Ni medio round?
La convivencia diaria nos expone a diferencias que suscitarán discusiones, por lo que hay que evitar que los niños sean testigos, pero en todo caso hay que lograr que se conviertan en una oportunidad de enseñarles algo positivo.
¿Cómo? Si llegan a presenciar una discusión, deben ser también testigos de la reconciliación. Así, aprenderán que sus papás tienen desencuentros, pero que son capaces de perdonarse. De esta forma, su estilo de relacionarse con los demás será mucho más enriquecedor, abierto e incluyente.
Una afectividad sana
“En sus primeros años, el niño se mueve en medio de una realidad que apenas conoce. Configura un estilo afectivo, y su principal punto de referencia son su ambiente familiar y escolar”, escribe el profesor Alfonso Aguiló, autor de Educar los Sentimientos.
Este estilo afectivo es la forma en que nos relacionamos con los demás, la manera en que juzgamos como positivos o negativos los acontecimientos a nuestro alrededor y nuestra capacidad de motivarnos para el trabajo o enfrentar una dificultad.
Cuando crecemos en un ambiente que nos hace sentir queridos y valorados, contamos con una autoestima más fuerte y seguridad en nosotros mismos.
Este elemento es decisivo en la formación de la personalidad, y determina en gran medida el tipo de adulto en que se convertirá el niño: uno feliz y exitoso, o uno frustrado y solitario.
Tener la capacidad para establecer acuerdos, es sin duda, una de la mejores metas que nos podemos poner juntos.
La tabla de oro de un buen intercambio de opiniones |
|
Procurar |
Evitar |
Utilizar más el yo, diciendo: “Yo pienso…” |
Usar el tú en tono amenazante: “Tú hiciste…” |
Utilizar frases como: “Quizás estés en lo cierto, pero yo creo que… |
Confundir hechos con opiniones. No juzgar |
Puntualizar: “En esta ocasión, lo que sucedió fue…” |
Generalizar con frases tipo: “Siempre haces…” |
Expresar nuestros sentimientos abiertamente |
Esperar que el otro adivine cómo nos sentimos. |
Mirar a los ojos |
La mirada perdida |
Estar a una distancia que permita que ambos escuchen. Nunca insultar |
Discutir de cuarto a cuarto y a gritos. |
Esperar a que el otro acabe de hablar. |
Completar la frase del otro. |
Escuchar con atención, el otro nos está proporcionando información valiosa. |
Usar el tiempo en el que el otro habla para pensar nuestro siguiente argumento. |
Ser propositivos y acabar la discusión con un acuerdo. |
Reavivar la discusión a la primera oportunidad. |
El amor a los hijos es uno de los vínculos más fuertes que desarrollan las parejas, y aunque no debe ser la única razón para tener una relación saludable, sí es una de las más motivadoras. La comunicación siempre es mejorable, y los beneficios no serán sólo para los niños que aprenderán un estilo afectivo más asertivo, sino y sobre todo, para la pareja que estará más unida, tendrán más respeto y avanzarán en la confianza mutua; en pocas, palabras crecerán en su amor.
Rosa Luisa Guerra Vargas
Artículo publicado en la revista Bebé Edición 53
Para saber más
Aguiló, Alfonso
Educar los sentimientos
Editorial Hacer familia
Isaacs, David
Dinámica de la comunicación en el Matrimonio
EUNSA