Cuándo comienza la disciplina
Es difícil asociar la palabra disciplina a ese pequeño y sonrosado bebé. Pero establecer límites es básico para el desarrollo emocional de tu hijo
Para los nuevos padres, la palabra disciplina frecuentemente evoca el recuerdo de frases como “estás castigado” o “te quedas en tu cuarto”. Al ver al bebé durmiendo apaciblemente en la cuna, nos sentimos totalmente distanciados de ese tipo de situaciones y hacemos un voto secreto de nunca caer en ellas. Sin embargo, el proceso de disciplina comienza mucho antes de lo que sospechamos y su connotación es positiva.
¿Qué es disciplina?
La disciplina es uno de los factores más importantes en la crianza de los hijos, y también es uno de los menos entendidos. Aunque muchos padres asocian la palabra disciplina con el castigo, los expertos modernos en la crianza de los niños la explican como “lo que los padres hacemos para fomentar una buena conducta”, y esto tiene más que ver con el establecimiento de límites.
El primer año de vida del bebé es vital para establecer esta básica conexión entre padres e hijos. Los hijos “conectados” saben cuáles son las conductas esperadas por sus padres.
El padre ahora ya no es la figura autoritaria que da órdenes a su hijo, sino que funciona como un guía para orientarlo a través de las distintas etapas de su desarrollo, un orientador en el cual el hijo confía.
En su libro “The Discipline Book”, el doctor William Sears explica que establecer un profundo vínculo con el niño constituye el fundamento para fomentar la disciplina en un futuro.
Bebés felices, niños disciplinados
Los pediatras y expertos modernos coinciden en que es imposible “echar a perder a un bebé”. Durante los primeros meses de vida, es sumamente importante prestar atención y responder con prontitud a las señales que el niño envía. Los padres que se involucran con su hijo, eventualmente aprenden a interpretar el lenguaje no verbal que constituye su manera de comunicarse.
El bebé percibe que sus necesidades serán atendidas y desarrolla lo que se llama confianza básica. Un bebé así aceptará tu autoridad y orientación de manera natural, pues confía en ti. Los niños necesitan saber que pueden confiar en sus padres para mantenerlos en la senda correcta.
El padre como guía
El niño aprenderá a conducirse en el mundo ayudado por sus padres. Mamá y papá asumen el rol de lo que el doctor Sears denomina el facilitador: “los facilitadores no dicen al niño qué hacer, sino que le ayudan a hacerlo”. Al actuar como facilitador, el padre anticipa las necesidades del niño a través de sus etapas de crecimiento, y le ayuda a desarrollar las habilidades que requiere. A la vez, el hijo se acostumbra a acudir a mamá y papá para obtener su orientación.
Las reglas de la casa
Entre los cuatro y los seis meses de edad, las rutinas de la vida del hogar ya deben estar plenamente establecidas. Estas rutinas -baño, canción y a dormir o cambio de pañal-, le proporcionan al bebé seguridad y le alertan conflictos. Sin embargo, debes mantener cierta flexibilidad para adaptarte a las necesidades emocionales de tu hijo.
Alrededor de los seis meses, el bebé comienza a comprender la relación entre sus acciones y la reacción que recibe. Sin embargo, todavía no tiene la capacidad para controlar por completo su conducta, y es por ello que los padres los protegemos, acondicionando el ambiente donde ellos se mueven para evitar accidentes.
El lenguaje de la disciplina para bebés
Un bebé de ocho o nueve meses no entenderá las palabras “no” o “alto”, pero responderá al tono de tu voz. El niño de un año puede entender que su significado se relaciona con detener sus acciones, aunque muchos expertos concuerdan en que no es hasta los dos años que los niños comprenden cabalmente el significado del no (y comienzan a repetir la palabra frecuentemente).
¿Cómo expresar, entonces, las reglas que quieres establecer? Utiliza explicaciones simples y cortas. Acompaña las explicaciones dirigidas a bebés menores de 18 meses con acciones no verbales: retira su manita cuando la acerque al café caliente mientras dices “¡no!”.
Recuerda que todavía no puede generalizar conceptos. Aunque haya aprendido, a través de la experiencia, que saltar desde la barda de su jardín puede resultar una experiencia dolorosa, no interpretará que al saltar de la barda del parque también puede lastimarse. Tu mejor táctica es ser paciente y consistente al establecer límites.
No digas no… todo el día
A medida que el bebé se mueve con mayor facilidad –primero cuando empieza a gatear y luego a caminar-, te escucharás repitiendo el “no” con mayor frecuencia. Y es que un bebé en movimiento puede meterse en problemas con mucha facilidad.
La redirección es una estrategia recomendada por los expertos, y consiste en atraer la atención del niño para alejarlo del problema potencial Es mejor llevarte al niño fuera de la sala, diciendo “aquí no”, que pasar el día gritando: “¡no tires el florero!”… Si tu bebé se está acercando al teléfono para jalar su cordón, llámalo suavemente y ofrécele un juguete. Evitarás dos cosas: que el teléfono caiga en el piso y que tu hijo haga un berrinche.
Asegúrate de tener a la mano elementos seguros con qué distraerlo cuando estés ocupada: unos rompecabezas con piezas grandes cerca del teléfono, un contenedor con recipientes de plástico en la cocina.
La importancia de los límites
Algunos padres no establecen límites porque no soportan la frustración de sus hijos. Sin embargo, la frustración es parte de la vida, y es importante aprender a manejarla en pequeña escala antes de salir al mundo. Tú puedes decidir cuáles conductas son inaceptables y adherirte a ese límite. Si no quieres que el bebé camine mientras come su galleta, haz que se siente cada vez que quiera comer, si decides que no puede sentarse en el sillón con los zapatos puestos, no lo permitas.
La clave está en ser consistente: establecer reglas claras y que no cambien. Los objetos peligrosos se mantienen fuera del alcance del bebé, las conductas peligrosas siempre se evitan.
El pequeño debe aprender a compartir la casa con toda la familia, y los papás tenemos que ser realistas respecto a lo que podemos esperar de él, de acuerdo a la etapa de su desarrollo. Una vez que el niño pasa los dos años, tiene mayor capacidad de entender tus explicaciones. Al enseñarlo a respetar límites, lo estarás iniciando en el camino de la vida armónica con los demás.
¿UNA NALGADITA DE VEZ EN CUANDO?
La fuerza física no debe utilizarse para disciplinar, ni siquiera en forma de un manazo o nalgada en apariencia benignos. Esto es especialmente cierto en niños menores de dos años, que de cualquier manera no pueden comprender la razón por la que están recibiendo el golpe. Utilizar golpes sólo enseña a los niños que pegar constituye una conducta aceptable.